Las mujeres han estado en el campo de batalla de todos los momentos históricos del Ecuador desde la época colonial hasta el actual conflicto armado interno. Alrededor de 400 integrantes femeninas de las Fuerzas Armadas combaten a los grupos terroristas. Son empoderadas y quieren llegar a lo más alto de la carrera militar, pero para que exista esa oportunidad hubo otras mujeres que hallaron el camino.

Wendy Morales, oriunda de Tena, sintió vocación por la vida militar desde pequeña y a los 17 años ingresó a la Escuela Superior Militar “Eloy Alfaro”, en Quito. Recuerda que el curso de preparación fue difícil. De hecho, entraron 25 y se graduaron 15. Reconoce que ha costado mucho esfuerzo, pero ella ahora es Capitán de Artillería.

La intervención a la cárcel de mujeres en Latacunga fue uno de los momentos que más le impactó en su carrera porque evidenció las “duras condiciones en las que viven” las reclusas, pero dice que ella y sus otras compañeras lograron establecer un sistema de disciplina y organización.

La joven de 32 años combina sus funciones en el Comando Conjunto con sus estudios para un máster en Entrenamiento, Dirección y Generación Deportiva. Además, cursa una licenciatura en Educación.

Su objetivo principal es llegar al más alto rango dentro de las Fuerzas Terrestres. Cree que todos tienen las mismas oportunidades, la diferencia está en la preparación.

“El peso de mi mochila es igual a la de un hombre. Las oportunidades no dependen del género, sino de ti”, agrega Morales.

Melanie Cevallos, quien pertenece a la Fuerza Naval, también sueña con llegar a la jerarquía más alta dentro de su institución: Almirante. Sería la primera mujer en conseguirlo.

Detalla que, por el momento, no han existido mujeres en ese rango, principalmente, por los requisitos de antigüedad y preparación, pero ella confía en que sí lo logrará, pues siente igualdad de oportunidades.

Todos podemos cumplir las mismas actividades. Aquí no se ve si eres hombre o mujer para asignarte un trabajo, sino el nivel de conocimiento que tiene la persona para ocupar ese puesto”, afirmó Cevallos, de 26 años.

Ella decidió dedicar su vida a la milicia porque desde pequeña formó parte de instituciones educativas militares. La idea de sus padres era que desde temprana edad adquiriera disciplina y así ocurrió.

“El curso de formación, que dura cuatro años, me cambió la perspectiva de vida porque es muy exigente tanto en la parte física como académica. Además, te alejas de la familia, pero al final es muy gratificante trabajar en lo quise desde que era niña”.

¿UNA INSTITUCIÓN MACHISTA?

Doménica Bolagay, tiene 25 años y es oriunda de Guayaquil. Viene de una familia militar. Su abuelo fue suboficial mayor de la Fuerza Naval, mientras que sus hermanos son Teniente y Alférez de Fragata.

Actualmente, tiene el grado de guardacosta. Su función principal es salvar la vida humana en el mar y controlar los espacios acuáticos. También forma parte de la Dirección Social del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.

Comenta que, en toda su trayectoria naval, no ha sentido machismo. Por ejemplo, a la hora de hacer patrullajes todos tienen que estar preparados para cargar cosas, detener personas o manejar una embarcación. “A uno le preparan para la guerra, entonces yo no espero que mi compañero me salve”.

A la par de esas actividades, Doménica practica natación, baloncesto, ciclismo y trata de ir al gimnasio. En medio de todo eso, ¿hay espacio para el amor? La joven responde que “puede ser complicado porque no todas las personas entienden que mientras el resto descansa, nosotros estamos trabajando, pero cuando uno quiere se puede”.

Los testimonios de estas tres uniformadas evidencian que el poder femenino en las Fuerzas Armadas es cada vez más fuerte y hay elementos que en algunos años podrán ocupar altos cargos, pero para que esto ocurra hubo otras mujeres que allanaron el camino de las presentes y futuras generaciones.

PRECURSORA DE DERECHOS

Es el caso de la Dra. Rosita Chacón, Mayor de Justicia del Ejército, quien dedicó más de 20 años de su vida a la docencia militar. Es hija del coronel Galo Chacón Izurieta, cuyo nombre lleva la Escuela de Inteligencia Militar.

Inició su vida en la milicia como profesora de Derecho en la Escuela Superior “Eloy Alfaro”, pero en 1998 ingresó a las filas militares como especialista. De hecho, en esa época las mujeres solo podían acceder con títulos profesionales.

En 1999 se graduó como Teniente de Justicia y trabajó en el Ministerio de Defensa, desde donde emprendió varias iniciativas de género.

En esa época le detectaron cáncer de mama, lo cual implicó cambiar su apariencia física. “No se veía bien que una mujer con uniforme esté con peluca, lo cual marcó mi vida, pero también me hizo entender que hay que dar herramientas para mujeres que pasen por la misma situación”.

Rosita emprendió campañas para la prevención del cáncer de mama en las Fuerzas Armadas y desarrolló una serie de iniciativas para la defensa de los derechos de las mujeres de la milicia.

Implementó uniformes maternales y creó políticas de género que hasta la actualidad siguen vigentes y han servido para mejorar las relaciones interpersonales entre compañeros.

“Yo no he sido violentada ni discriminada abiertamente, pero sé que tengo mis detractores porque estos temas son difíciles de tratar al interior de las Fuerzas Armadas, no todo el mundo los acepta”, dice la Mayor del Ejército.

Agrega que a diferencia de la época en la que entró a las filas militares, ahora las mujeres están apropiadas de sus derechos, pero hace falta mejorar la cultura organizacional, es decir, que haya más liderazgos femeninos sostenidos en el tiempo.

“Se debe garantizar la permanencia”, subraya Chacón, quien explica que a veces las mujeres no continúan escalando porque se convierten en madres y ya no pueden aceptar pases a diferentes ciudades.

Otro factor determinante en la ocupación de altos rangos por parte de mujeres en las Fuerzas Armadas es el bajo número de efectivos femeninos. Hasta el 2023, había 1.824 mujeres militares, que representan el 4.5% de servidores, en un pie de fuerza aproximado de 40.000 efectivos. De esa cifra, 639 son oficiales y 1.185 personal de tropa.

Esto sucede porque se asigna un cupo menor para el ingreso de mujeres. Rosita Chacón explica que el número de servidores que entran a la milicia también depende de una política sectorial sumada a la necesidad de la institución y los recursos.

“La presencia de la mujer es importante porque aporta equilibrio en los cuarteles y operaciones militares. Por ejemplo, en las actividades dirigidas a la población civil siempre habrá mujeres y allí debe intervenir una mujer militar”.

FUENTE: ECUAVISA

Por fausto

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